4 años sin Sergio Urrego

Este 4 de agosto se cumplen cuatro años desde el suicidio de Sergio David Urrego Reyes (1997-2014), un joven estudiante anarquista de 16 años de edad, que decidió quitarse la vida a causa del acoso sistemático que sufrió en razón de su orientación sexual y su actividad política, por parte de las directivas de su colegio, el instituto privado Gimnasio Castillo Campestre de la ciudad de Bogotá.

Desde su muerte en 2014, el caso de Sergio conmociono al país y ha recibido una inusual atención mediática nacional. Y aunque varias de las personas directamente responsables por su sistemático y violento acoso hayan recibido condenas valiosas por parte de la justicia burguesa, las mismas políticas de odio y exclusión que se aplicaron contra Sergio, se han mantenido y aún profundizado a lo largo de estos años en el mundo escolar y laboral.

Tal vez la mejor muestra de este agravamiento y la reacción más ofensiva hacia su caso, fue la movilización “en defensa de la familia” llevada a cabo el 10 de agosto de 2016 en todo el país y lideradas por fundamentalistas religiosos, en contra de las supuestas Cartillas de Educación Sexual promovidas por el Ministerio de Educación a la cabeza de la política neoliberal Gina Parody. Tales acciones lograron revertir los muy tímidos avances hacia la no discriminación y la educación sexual integral por la que activistas como Sergio empezaban a luchar, y llevaron al gobierno Santos a recular y a Parody a renunciar, en procura de mantener el apoyo de los sectores ultra conservadores al gobierno de la Unidad Nacional. Este movimiento hizo parte de la creciente ola homofóbica que recorre América Latina bajo el temor al fantasma de la “ideología de género”, que no es sino el miedo hacia el avance social conseguido por el feminismo, el movimiento de mujeres y las disidencias sexuales en el último periodo, en nuestra región.

Este proceso relacionado con el propio giro conservador del continente, reafirmo los profundos valores reaccionarios de varios sectores nacionales que se juntaron alrededor de consignas abiertamente homofóbicas y de odio hacia la diferencia. El resultado ha sido la capitalización de estas violentas posturas políticas, que niegan la más mínima dignidad a todas aquellas personas que se distancian de la heteronormatividad patriarcal, por parte de la derecha uribista, que la empleo como herramienta de agitación en su campaña contra el plebiscito para refrendar los Acuerdos de Paz de La Habana con las FARC y más adelante en sus campañas electorales para el congreso y la presidencia, que llevarían a la elección presidencial de Iván Duque.

Hoy estos sectores homofóbicos están en el poder, han dado un salto político en términos de su representación parlamentaria y social, y han construido una alianza alrededor del Centro Democrático y su agenda política, económica y culturalmente conservadora. De igual manera, cualquier intento por revisión de discriminación a razón de la orientación sexual o la identidad de género en los colegios e instituciones educativas, una de las consecuencias políticas que la muerte de Sergio tuvo en la forma de una sentencia de la Corte Constitucional, ha quedado en  el limbo.

Por esto, no debemos dejar pasar al olvido la muerte de un joven que se estaba pensando la posibilidad de un mundo diferente. Un joven como Sergio que decidió afrontar con valentía su sexualidad y abrir una pelea aún urgente por desarrollar una Educación Sexual Integral, que potencie la conciencia, el cuidado, el disfrute y  la diversidad de niños, jóvenes y adultos, en todos los niveles educativos. Un joven que iniciaba su trayectoria como militante de un movimiento estudiantil de inspiración libertaria, que hoy al igual que ayer, lucha por una educación liberadora y popular, concebida como un derecho social básico, que requiere de la gratuidad universal, el bienestar y la autonomía educativa, organizada democráticamente por sus propios estudiantes, docentes y trabajadores, comprometida con las necesidades e intereses de los sectores sociales y los pueblos. Un joven anarquista que empezaba a luchar por un mundo sin dominación social, un mundo más justo y más libre.

Construyamos entonces en su memoria nuevas relaciones mediadas por el amor y el respeto, desafiando las violentas normas sexuales que limitan a las personas hasta llevarlas a la muerte. Continuemos con sus aspiraciones emancipatorias, construyendo una alternativa política libertaria. Recordemos la vida de Sergio en las calles, casa, universidades, colegios y centro de trabajo, luchando siempre por un mundo nuevo, libertario y feminista, que reconozca el valor de la vida y la diversidad humana.

¡Sergio Urrego vive!

¡Arriba las que luchan!

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